La bañera.

La sangre comenzó a salir a borbotones. Se desvanecía por momentos, y sólo el asco y el miedo le mantenían los ojos abiertos. La cuchilla cayó de su mano débil  al fondo de la bañera, hundiéndose lentamente en una en una triste espiral.

Entre lagrimas, creyó volver a verla.

Insomnio.

Hablo en sueños y te digo que te quiero.

Me doy la vuelta, dándote la espalda, y siento que te estoy perdiendo. Como si al no ver tus ojos cerrados estuviese fuera de la historia por momentos. Un personaje principal muerto antes de tiempo, un golpe de efecto increíble e inesperado. Y tengo que girarme al minuto y notar de nuevo el aire caliente de tu respiración pausada, sin miedo, contra mi cara.

Y entonces duermo.

 

Voraz.

Como si de una combustión se tratase, pasamos del vacío a la plenitud. Preciosa plenitud.

Algo excéntrico, insólito, original y especial. Medicación para enfermos del apego. Éxtasis para lo fabuloso. Factótum de la ternura.

Ansioso de acción y saciado de sermones. Un traslado de sentimientos, de la noche a la mañana. Una salvación fatal, que llegó de una forma superflua.

Un vaticinio imposible.

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Cuenta atrás.

Diferentes grados de recelo para el mismo trance. Libertad relativa para ambos, con un objetivo claro. Muchísimas cosas por decir, hechos por ocurrir, besos por recibir, y un abismo entre los dos.

-¿Por qué es tán importante soñar?

+Porque en el sueño estamos los dos.

Un sueño tonto, algunos piensan. No tengo miedo a soñar a lo grande. No dejaré de lado los sueños.

 Desprenderse de una realidad no es nada: lo heroico es desprenderse de un sueño.

Y seguiré soñando, hasta poder despertar y encontrarme con la preciosa realidad.

Veinticinco.

Metro. Nueve. Gris. Pulsera. Helados. Sorpresa. Azul. Mechas. Abrazo. Saludos. Impresión. Teléfono. Búsqueda. Encuentro. Camisa. Más abrazos…

Entrada. Redbull. Bolsillos. Césped. Desorientación. Calor. Amor. Ambiente. Música. Relax. Tetris. Dignidad. Portabilidad. Polos. Regalos. Condones. Bananas. Espera. Nervios. Bromas…

Y llegó la noche.

Decepción. Besos. Mordiscos. Francia. Banderas. Cuello. Sugilaciones. Anécdotas. Éxtasis. Vodka. Promesas. Rizos. Emoción. Ranas. Saltos. Igualaciones.

Ganas de más.

Esa risa irónica.

Cuando me arrancas una sonrisa. Intento cesarla, pero soy incapaz.
Me haces daño en las costillas cada vez que escribes. Ríos de sangre cálida y compartida.

Y un sueño lejano.

El acertijo que se esconde tras tus ojos… horas y horas buscando la solución. Una almohada de ilusiones sobre la que apoyar nuestras cabezas.
Seda blanca.

Recuerdo esas fotos que nunca existieron. Que nunca existirán.
Las formas geométricas sobre los tapices espaciales, y tu mente deliciosa.

Y yo, soñando.

Un simple quizás.

Una palabra que selle mis labios. Una sonrisa que retuerza mis pulmones. Un movimiento que me haga explotar por dentro.

Manos alzadas. Arterias y venas que necesitan tu atención. Oídos que exigen tu voz.

Unos calcetines que buscan compañía.

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Cuarto.

Marco, puerta, escalera, armario, verde, manta, cama, sábanas, colchón, almohada, peluches, ventanas, pegatinas, gatos, huellas, persiana, escritorio, vosotros, post-its, lapicero, rotuladores, recuerdos, calcetines, cables, radio, pósters, foco, libros, medallas, trofeos, yo.

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C’mon.

Be extraordinary.

Silueta.

Dime tú, que eres sabio.
Lago azul, ¿merezco sus labios?

Dime tú, que eres bello.
Lago azul, ¿merezco su cabello?

Dime tú, que eres hermoso.
Lago azul, ¿merezco sus ojos?

Por eso, dime tú,
que lleno estás de grandeza.
Lago azul, ¿merezco su belleza?

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